domingo, 22 de agosto de 2010

La realidad pasa por una respuesta popular - 1




Una oligarquía retestinada

Durante tres décadas, pero de forma especialmente intensa en esta última, se nos ha querido hacer creer que, tras la desaparición del franquismo, la ‘modernización’ de España, la entrada en la UE y la inclusión en la zona euro, nuestra economía había dejado definitivamente atrás el papel de “furgón de cola” que históricamente había ocupado. El estallido de la crisis ha acabado con este espejismo.

Lo que ha pasado en este tiempo, es que unos pocos (los dos grandes bancos, Telefónica,... y poco más) se han colado en el vagón de primera clase, pasando a codearse con lo más selecto de las viejas oligarquías europeas. Aunque para ello tuvieran que aparentar poseer más recursos de los que en realidad tenían, sometiendo al país a un nivel de endeudamiento insólito (lo que implica a su vez un mayor nivel de dependencia económica y política) y a una vertiginosa transferencia de riqueza desde las rentas salariales hacia las rentas del capital.

El problema central de la economía española –y por tanto de las condiciones de vida de todos nosotros– no es, como machaconamente nos insisten, el estallido de la burbuja inmobiliaria. Eso no es más que la consecuencia de un mal de rango muy superior: la crónica debilidad y raquitismo, el parasitismo y la dependencia del capital extranjero que tiene –podríamos decir que de forma casi genética– la oligarquía española, y en especial la gran burguesía bancaria que, como decíamos la pasada semana, ha llevado al extremo su dominio financiero bancarizando al 95% de la población y de la economía del país.

En la década de los 80, esta misma oligarquía bancaria condenó al grueso del tejido productivo nacional a la liquidación o la venta al capital extranjero, a fin de conseguir las condiciones necesarias para preservar su mercado interior y adquirir más poder concentrándose aceleradamente.

En los 90, desmanteló las empresas públicas, privatizándolas y quedándose con buena parte de ellas, que luego vendió a precio de oro para acumular el capital necesario para concluir la hiperconcentración en dos megacorporaciones e iniciar una tímida expansión internacional en Iberoamérica.

A partir del año 2000, impulsó un endeudamiento sin precedentes y alimentó una descomunal burbuja inmobiliaria con el objetivo de poder dar el salto de su expansión hacia los mercados europeos.

En cada uno de esos movimientos, la oligarquía bancaria ha dado nuevos y mayores bocados a las rentas salariales, aumentando la desigualdad en la distribución de la riqueza nacional. Hasta el punto de que si en 1970, las rentas salariales suponían el 63% del PIB, en 2009 su participación en la nueva riqueza producida cada año ha quedado reducida al 48%, una pérdida de 15 puntos. Y cada punto del PIB supone alrededor de 10.000 millones de euros...

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Voceiro da CGT Correos A Coruña

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Buzón rebelde